21 de octubre de 2016

Rabia


Ayer lloré de rabia. Hacía mucho que no saboreaba esa amarga sensación, con sus tonos a sangre y sal, su olor a miedo y su histriónico sonido característico.

Había olvidado qué se sentía: la impotencia, los temblores, las amargas lágrimas que se derraman sin que quieras, la vulnerabilidad, inseguridad, la constante sensación de peligro, el estrés, el no poder huir porque el monstruo estaba en casa.

Demiasiado pasó desde que me permití sentirlo completamente por última vez, y más aún desde que quise enterrarlo todo por sobrevivir. Es extraño volver a tenerla dentro, se me hacía nostálgico y horrible al mismo tiempo. Pensé que jamás querría volver a recibirla, pero cuánto me equivocaba.
La sentí ahí, clavada en el pecho, con la forma que más me horroriza y el color que tanto temo. Entendí que nunca se había ido, que simplemente dejé de sentirla mía y empezó a cobrar formas inexplicables para hacerse notar. Tan extravagante fue su metamorfosis que no conseguía reconocerla. A pesar de los avisos de los expertos, a pesar de todas las apreciaciones del ojo clínico, oía palabras pero no sentía las respuestas. No identificaba qué me querían decir. Señalaban algo que yo no veía.

Y ayer por fin la vi. Ahí estaba. Cuánto tiempo querida amiga. Qué olvidada has estado. ¿Tomamos un café? ¿O prefieres algo refrescante? Te veo bien, no has cambiado nada en estos últimos años. Mi amiga, mi querida amiga que me ha acompañado desde que tengo recuerdos. Qué mal hice en despojarte de mí, qué mal hice al intentar obviar tu presencia. ¿Podrás perdonarme alguna vez? Te prometo que a partir de hoy, dedicaré un ratito de mi día para sentarme contigo y charlar, hasta que me cuentes todo lo que has estado haciendo este tiempo. Y después, recorreremos juntas todos esos momentos que hemos vivido, lloraremos, creceremos, nos sanaremos. Hasta que nos vaciemos la una en la otra. Hasta que la pesadilla termine.

Hoy, gracias a la pequeña charla de ayer, conseguí algo impensable en mis sueños. Conseguí defenderme al fin, despues de tanto tiempo. Apuñalé mi pasividad. Sí, como has oído. Apuñalé. No estoy temblando, estoy bien. No es un recuerdo desde la ansiedad, es un logro desde el subconsciente. He despertado victoriosa.

Sé que aún tenemos el monstruo en casa. Sé que tenemos mucho de que hablar antes de derrotarlo definitivamente. Hay mucho que hacer, de modo que ¿te apetece quedar esta tarde para tomar un té?

Gracias, amiga. Gracias por volver.

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