23 de septiembre de 2014

Promesas

                

                Y una vez más, me bajo del tren y me doy cuenta de que llego tarde. Me esfuerzo en correr todo el día de un lado para otro con la esperanza de que alargaré mi lapso de vida, como si fuese un polímero infinitamente extensible. Para descubrir de nuevo que el tiempo ha pasado, y que por mucho que acelere no llegaré a esa puesta de sol. Corriendo a la desesperada en pos de un horizonte incierto, pongo un pie en tierra mientras veo que la luz escapa a mis ojos.

                Pocas cosas hay más frustrantes que ver cómo algo que anhelas se fuga ante ti como agua que se escurre entre tus dedos. ¿Cuándo llegará el día en que con calma y parsimonia disfrutes de todos los segundos que te quedan? ¿Será ese el día en que, con la piel arrugada y los músculos acartonados, te percates de que ya no hay tiempo, ni espacio, ni capacidad para todo aquello que te propusiste?

                Echo de menos esas tardes lluviosas de verano, con sus gotas golpeándome el rostro y sin más preocupación que el temor a que ese momento fenezca y  tus sueños mueran antes de que pudieses realizarlos. Pero nada importa ya, pues esas tardes de verano expiraron en el presente y quedaron archivados en la memoria. Sólo queda esperar que otra puesta de sol me aguarde en algún día indeterminado, con pago previo pasado por agua, nubes cargadas de ilusiones y promesas, y una paleta de colores imposibles en el cielo.

                Espérame, pues algún día llegaré y disfrutaré por todos esos días desperdiciados en este antro lúgubre al que llamo rutina, te acariciaré con mimo y me recrearé todo cuanto pueda y me dejes, antes de que tu luz se marche y mis sueños huyan contigo al doblar la esquina del mundo, lejos, muy lejos, donde ya no puedo alcanzarlos.

22 de septiembre de 2014

Senda o no senda

        Piensa en esa sensación, cuando te encuentras merodeando por un bosque. Sigues un camino ya escrito por los pies de los centenares que antes pasaron por ese mismo lugar. Te sientes cómodo, confías en que no te perderás pues no hay mas que seguir esa senda, esa línea de la que es imposible salirse.


       Siempre y cuando te encuentres caminando por aquel trazado de confianza sentirás que todo va bien, puedes despreocupar tu mente y por un momento cerrar los ojos reescribiendo las pisadas.

       Como ya habrás imaginado querido lector, nuestro caminante, al cerrar los ojos, al confiarse demasiado, al pensar que con sólo seguir el camino basta, llega a un punto en el que se pierde. Sus pisadas se salieron de la senda y ahora se encuentra perdido; perdido sin un rumbo que seguir, sin ningún trazado que reimprimir.

        Después de dar vueltas por el bosque desconociendo si en algún momento encontrará otra senda que le lleve, tras resignarse y pensar en lo fácil que era seguir aquel precioso camino en el que su mente no necesitaba guiar su cuerpo. Tras esos momentos de angustia nuestro des-encontrado caminante empieza a utilizar el coco.

      Esa senda maravillosa no siempre estuvo ahí, lo mas probable es que alguien semejante, alguien perdido y desesperado tal y cómo el, comenzará a caminar sin importarle encontrar otro camino. Tal vez ese otro fue quién marco el terreno para que muchos pudieran llegar al mismo sitio.

      Puede que nuestro caminante favorito nunca encuentre la senda de la que partió, pero os aseguro que llegará a su destino bosque a través.

Amenaza número 1

Voy a subir una entrada próximamente, y dejo aquí por escrito dicho asunto para que no se me olvide. Cómo se me olvide veras!

7 de septiembre de 2014

Quiero y no puedo


Tengo miedo porque quiero y no puedo.
Quiero dejar de pensar, quiero dejar de sentir,
pero no puedo.

Quiero dejar de hacerte daño,
pero no puedo.

Mis pensamientos temo, mi palabras quemo.
Los momentos pasan, el tiempo quemo.

A lo mejor no lo parece, pero no creo ser bueno.
Me cuesta dominar este terreno,
el caos siembro, los pastos quemo.

Mi mente trama, ruge mi garganta.
Quiero,  pero mis palabras no freno.

No soy bueno, quiero y no puedo,
a escribir me quedo.

El tiempo pasa, el tiempo quemo.

A los pies de Moher saltar no puedo,
quiero, pero volar debo.

Lo que no se dice es lo que me quedo,
palabras que queman, cosas que no entiendo.

El juego es difícil, ganar quiero.
Quiero, pero.... aún no puedo.

5 de septiembre de 2014

A vosotros




                Hoy me he vuelto a pasear por aquí a releer viejas entradas, y me he dado cuenta de que los elogios no son suficientes para describir las maravillas que invaden los recovecos de este blog. Mires la entrada que mires, todas tienen una historia y un por qué detrás del teclado, un sentimiento o emoción que se intenta plasmar en forma de vómito literario, una anécdota o lección que ha plasmado momentos de nuestra vida, o de la vida de cada uno, y no puedo más que sentir una profunda y angustiosa admiración. Angustiosa sí. Angustiosa porque sois dos bárbaros, cada uno en su estilo y su manera, dos monstruos armados de tinta, con alma pura y desenfadada, dos increíbles personas por las cuales no me cansaré de dar gracias a la vida o al destino por haberos puesto en mi camino. Y una se siente pequeña (a parte de por la evidente falta de talla) a vuestro lado, pues es difícil caminar entre gigantes que dejan el listón tan alto.

                Pero también me siento grande de poder seguir caminando con vosotros, mis dos talismanes, pues una no puede más que crecer a vuestro lado, y de sentirse afortunada. Me quito el sombrero, compañeros de blog, ante tanto talento y arte. Esta entrada os la dedico a vosotros, a Alí y a Miguel, por ser cómo sois y por dejarme entrar en vuestra vida para descubrir tantas maravillas y secretos, pedacitos de vuestra alma, que brilla tanto que ciega hasta al más necio.

                Espero seguir esta senda de vuestra mano, y llegar muy lejos, quizás hasta que mi tiempo expire, o hasta que exhale el último aliento. Os quiero chicos. Os quiero con locura.


(A cada uno a su manera, ¿eh? J )