20 de mayo de 2014

Sin nombre.

Cuando estés muriendo por dentro, escribe.

Cuando tengas ganas de llorar como un niño que ha visto a la muerte en un amigo que se va y no tengas más lágrimas que la ceniza de tus fuegos truncados, escribe.

Porque la palabra salva, porque en un grito puedes escapar y todo acaba cuando se sabe el final.

Este heraldo de espadas, pendientes de caer sobre la alegría y el ánimo de vivir. Qué fría y desolada es la presencia que se echa del hogar al hielo.

Helada es la infancia en desamparo, demente de amor y creciendo desde el sueño hacia la vida.

¡Qué llanto el que no llega! Ni estatuas de sal, ni almas que se miran antes de salir del Hades, ni ninfas que huyen de soles, nada tan fatal como el hombre que no se llueve por dentro cuando se muere de sed.

Qué absurda llega a ser la compañía que te inventa con guiones, que ataca tu espontaneidad y ata tu imagen a su aprobación, la tranquilidad de sus prejuicios.

Te llama calor y quiere que la abraces, te llama empatía y exige que la escuches, te llama compañía y reclama tu presencia, te llama hombre y espera que desees, te llama divertido y busca que des risa, te llama inteligente y ansía ingenio, te llama valiente y aspira a que arriesgues, te llama sabio y observa tu templanza, te llama niño y vigila tu inocencia, te llama bueno y anhela que obedezcas, te llama tímido y pretende que no tengas voz, te llama, te llama, ¡TE LLAMA!

No quiero más nombres, ¿acaso alguien se ha parado con verdadero amor y delicadeza a aprender a escuchar el mío?

Yo no tengo nombre, yo no quiero nombres y si lo tengo lo olvido, y dejo que me llame la vida, mi única esperanza y mi único camino, como le plazca, como siempre ha hecho: con su canción.

La Vida que te llama en el silencio, la Vida en cuyos labios nace inmortal tu nombre.

19 de mayo de 2014

No teníamos nada en común salvo buenos momentos...

Quieres descubrir tus ideas naciendo en su corazón

esperas síncronas emociones amaneciendo sobre vuestro reino

que profecía sean los fuegos que perseguís por las noches

sea una sombra del rostro, la verdad en la empatía

pura unidad, compartida, creciendo hasta nunca para siempre

principios y príncipes de la vida, levantando un cielo de a dos

la lealtad, la sangre y el hielo, disfrazando el ritmo del tiempo

fortunas y glorias, íntimas y aurales, batiendo el sentimiento

y va y ocurre que:

No hay nada de eso, pero siempre sabe encontrar tu sonrisa.

LET'S GET HIGH

Me maravilla esta canción. Este disco está siendo BSO de mis horas de estudio trasnochadas, pero esta canción en particular me enloquece.

Me he sorprendido a mí mismo in fraganti riéndome a carcajadas a las cuatro de la mañana mientras la escuchaba y la sentía, bailándola alegre e infantil sin reparos o haciendo conatos de coros, hasta que mi madre condescendientemente, recordaba a su despistado y olvidadizo vástago, que respetables y numerosas autoridades científicas, filosóficas, espirituales; pasadas, presentes y pasadas otra vez (las futuras no, conste), han insinuado descaradamente que, en cuatro palabras: canto como el culo. Es como un arrebato ronco pero puro, como el instante infinitesimal posterior al de un hombre que con el sufrimiento hundido hasta los huesos clama un me la suda, aunque se caigan los cielos ahora toca cantar y hacerlo alegres porque podemos, porque aunque mi voz está rasgada voy a gritar amor hasta que alguien lo oiga, hasta que alguien lo escuche.

No es una redención, es un tumulto natural, como una presa que explota, con el agua gritando a la caída, ¡que te jodan, yo me voy a casa!. Al río, al mar, al cielo, a que me mee un tigre y me beba una palmera. Transformación.

En abstracto, soy un vagabundo, que ha caminado, reptado y volado 6.253.282.638.292 km, y en medio de esa hosquedad de ánimo que genera en los hombres la erosión de las tempestades atravesadas, ha visto ¡rediós!, la luna, esa que siempre está pero 7 días al mes no se ve. Se ha empezado a reír y era miel su risa, miel.

Ha hecho un fuego, porque esas lunas se sienten más saltando alrededor del fuego y ha dibujado con las sombras de sus danzas un recuerdo por el que vivir.

Aparece, mmmm, Sam Weller como guía de un viaje espiritual, rollo el fantasma de la navidad pasada o Virgilio presentándote a Beatriz en una comedia divina. Te dice, lacónico, bestia y lúcido:

-He "venio" ha enseñarle-dice mientras guiña un ojo con aire enigmático-. Y va y señala al típico arbusto en llamas que suele aparecer en estas historias y uno empieza a ver escenas: una familia en catarsis de ternura escuchando a la pequeña Emily tocar el piano el día de acción de gracias, a Esmeralda llorando de placer cuando Fabián derrama su semilla en las cimas más profundas de su coño, un marinero muy anciano de ojos azules como el mar arcano navegando solo en un mar en completa calma, una selva crecer a cámara rápida, el atardecer del día en que Judas se suicidó ahorcado con su silueta a contraluz, una tribu de dogones tocando tambores desorbitadamente (los espíritus se ríen), a Mahler tocando el piano en soledad rememorando el tacto de Alma, Magnus Carlsen poniendo en apuros a Kasparov y Alí riéndose de eso,......................................mucho más.

-Ea-suelta locuaz Sam y se marcha con la resolución y la complacencia que da el trabajo bien hecho-.

Se despierta el vagabundo sobre las cenizas de la noche recordando todo lo anterior salvo haber estado saltando alrededor de una hoguera inducido por la luna llena. Esta noche solo tenía ganas de llorar, reír y bailar. Hecho está.