3 de abril de 2014

YO

¿Qué material sólido tenemos para generar una identidad?

Hay cientos de sistemas filosóficos y toda una variedad de reacciones psicológicas y antropológicas dispares, que suponen una fuente definidora de culturas. Muchas son las tesis respecto a la la formación de ese entramado mental y emocional que podemos identificar con nosotros mismos.

Pero están en cuestión abierta muchos puntos fundamentales del caso.

-NO SOMOS LIBRES de vernos(los límites de la estética o de la percepción) y aunque lo fuéramos, no podemos percibir lo que somos como si de un sistema independiente se tratara: No se conoce TODA la caja desde dentro.

-La fuerte carga de lo que en psicología viene a llamarse CONDICIONAMIENTO. Desde la carga genética que nos predispone a la obesidad, la depresión, irascibilidad, enfermedades mentales, creatividad, fuerza, salud, etc. hasta todo el sistema cultural al que ingresamos al nacer, integrándonos en su lenguaje (que es clave en las formas de entender el mundo), en su sistema político y económico, en su estructura sociológica, en sus costumbres y su lente psicológica particular (que incluye cómo nos juzga el prójimo y cuánto nos importa).

Hemos dicho pues: que nuestra percepción de la realidad tiene taras perceptivas, que la conciencia de un sujeto sobre sí mismo es problemática por construcción y que lo que salga de esa carencia y de ese conflicto, va a tener que adaptarse a una estructura (de naturaleza compleja) PREdefinida.

Ahora es cuando la mente empieza a poder hablar(se) de sí misma. Y aún aquí, no ha terminado su odisea.

Voy a elidir la cuestión espiritual, que creo profundamente porque siento continuamente. Vamos, pues, a remitirnos a la observancia transparente(según nuestras posibilidades) del comportamiento de la mente con la identidad.

No es AHORA el sustento de nuestra imagen, porque el presente no es tiempo sino lo que está siempre entre lo que deja de estar y lo que viene. Como no hay tiempo, no hay proceso y no hay construcción, que es lo que forja una identidad. Así como, no hay movimiento si no hay tiempo en el que transcurra, pues tiempo y espacio conforman una malla (maya es apariencia para el hinduismo, cabe mencionar como oportuna homofonía). Por tanto, es el pasado el que nos dice lo que somos y el futuro el que nos cede las posibilidades de cambiarlo.

Entra aquí una invitada a la discusión... muy amplia, etérea y difícil de presentar y comprender: la MEMORIA.

Existe la creencia extendida de que la memoria es un archivo perfecto del que no tenemos la llave y que caprichosamente nos entrega las informaciones que nuestra mente considera más necesaria. Pero el caso es que se han hecho experimentos en la línea de demostrar que las vivencias actuales modifican completamente nuestros recuerdos. Es una puerta abierta en dos direcciones y la influencias actuales moldean no solo el recuerdo de las vivencias presentes sino también de las pasadas.

Esto es tremendo. Todo lo que creemos que hemos vivido se está transformando continuamente, no hay ningún respeto a la objetividad, sino una adaptación continua en pos de la estabilidad mental.

No obstante, pese a la inestabilidad de su material dos cosas causan una especial permanencia, no exenta, no obstante, de la mutabilidad de la memoria. El dolor y la intensidad emocional y la primera podría ir implícita en la segunda. Cuando sufrimos daño físico o mental, nuestro cerebro lo recuerda (aunque ello no quiere decir que lo haga de manera fidedigna) y cuando lo pasamos genial, nos divertimos, nos emocionamos, nos exaltamos, también se graba especialmente.

¡La llama que fragua la memoria es la atención! Esa es la razón de que sobresalgan las experiencias de dolor y pasión. Placer no, curiosamente el placer lo olvidamos muy fácilmente y nos cuesta recordarlo.

En cuanto al futuro, no existe. Es el tiempo que aún no ha llegado y está abierto a cualquier proposición proyectiva a que nuestra mente quiera invitarle. Es un lienzo para la imaginación, aunque no el único, ni el más importante. El reino magno de la imaginación es la abstracción.

Otra historia es nuestra capacidad de "realizarnos" tal y como nos vemos en ese futuro.

No es verdad lo que recordamos que somos, no es siquiera constante. No es seguro lo que nos decimos que queremos ser. Sentimos la inclinación ansiosa de identificarnos y asentarnos en una referencia de identidad, pero es HUMO. Nos sirve, no es perfecto, pero nos presenta a los demás, nos escusa ante nosotros mismos y se reinventa constantemente justificando los caminos que escogemos y los que dejamos.

YO es un incompetente historiador explicando a nuestra mente sus límites pasados y futuros. Si falla, vuelve a inventar.